sábado, 18 de abril de 2020

UN CALDICO CONTRA EL CORONAVIRUS...


Y LA RESACA DE DESPUÉS.

 

Hoy os proponemos hacer un caldico, un caldico que nos reconforte de estos padecimientos que nos trae el dichoso virus. Un caldico que valga también para la resaca de después.

Necesitaremos un buena olla, la más grande de la casa. Bien escoscada.

Conviene hacer todo el proceso en equipo, en colaboración resulta el proceso mucho más eficaz. Por supuesto, resulta fundamental estar de acuerdo en qué vamos a cocinar y quién va a tomarse el caldo. Luego consensuar ingredientes, tiempos, proceso a emplear,… Aquí no vale el yo me lo guiso, yo me lo como, porque de ese modo igual no hay para todos.


Así que toma nota: Cortaremos un “piazo” grande, de un bien curado sentido común. Apartaremos cualquier trozo que pueda resultar algo rancio, dejamos solo lo más magro. Es importante que esté recién cortado, de lo contrario se oxida y no da el mejor gusto. Lo echamos en la olla.

Buscamos una ristra de paciencia, embutido en esperanza y ahumado estilo “espero lo mejor.” Lo echamos entero en la olla, podemos poner dos, tres ristras o más. No hay ningún peligro de pasarnos.

Cuarto y mitad de tajo bajo de pasión, medio de costilla de constancia, un buen hueso de esfuerzo, una bola de dedicación por cabeza y un trozo palmero de resiliencia.

Elegimos unos tallos gruesos de respeto universal. Retiramos todas las hojas exteriores, esas más duras de intolerancia, hasta dejar solo las más tiernas, que son las que llevan más empatía. Sin mirar de romperlas mucho las echamos en la olla.
Separamos varias piezas de seguridad y otras de confianza. Las pelamos quitándoles la prepotencia y la chulería, hasta alcanzar el corazón donde están la autoestima y la modestia, no hace falta separarlas. Las cortamos en trozos grandes y a la olla.

Disolvemos hasta que no haya ningún grumo, quintal y medio de solidaridad, otro tanto de compasión, otra parte de generosidad, y a discrección “todo el mundo me importa” y... a la olla.

Cogemos una buena mata de cariño y le quitamos, sin miedo, las hojas grandes y duras de supremacía, las hojas amargas de odio, las otras verdes de envidia, quitamos también las punchas de censura y las hebras de acoso, echando en la olla solo aquellas más tiernas ricas en cuidados y mimos.

Es muy importante no olvidarnos de añadir trozos generosos de dignidad y sentido crítico.

Sazonamos con alegría y buen humor y ponemos a hervir.

Cuando esté hirviendo, retiramos con una espumadera todas las impurezas, removiendo y mezclando todos los ingredientes, de forma que se vaya concentrando el caldo de forma uniforme y conservando reconocibles el resto de ingredientes, con una textura de firme ternura y conservando su esencia tras aporta lo mejor de cada uno a la mezcla.

Tal vez requiera añadir más alegría, o aumentar la dignidad, o tal vez convenga corregir la cantidad de sentido crítico. Lo vas haciendo según gustos y sobre la marcha.

Una vez hecho puedes tomarlo como consomé, no va mal añadirle huevos. También puedes comerlo en sopa, solo hace falta echar abundante pasta, pasta menuda, porque la gorda no asegura que llegue para todos los platos y resulta fundamental que ningún plato se quede sin pasta.

Si el problema es que te vas patas abajo, resulta más recomendable ponerle arroz.

Esta noche, sopa ¡Qué aproveche!

Con la promesa de la sopa ya tenemos fuerzas para aplaudir a los que se quedan sin fuerzas. ¡Arriba esas palmas! Ellos no reblan, nosotros tampoco.
Albalate de Cinca. 18-04-2020

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