domingo, 26 de abril de 2020

LA CALLE SE HA HECHO NIÑA,


SE HA HECHO PROMESA.

 

Foto de PIXNIO


Hoy la calle se ha hecho niña. Se ha hecho risas. Se ha hecho juguete. Se ha hecho compañera.

Hoy la calle se ha olvidado de sus cicatrices, de sus arrugas, de sus barreras injustificadas, de sus rodadas, de sus velocidades exageradas, de sus “aquí aparco porque me da la gana”, de sus “te apartas tú”, de su antipatía,… adquiridas en otras gripes pasadas,... Hoy ha lucido parte de su simpatía.

Hoy la calle ha ensanchado el abrazo que aprisionaba también a nuestra infancia.

Foto de la revista SerPadres

Hoy la calle, después de tantos días vacía y en silencio, se ha volcado, como nuevo héroe, en sostener patinetes y bicicletas, en rodar y botar pelotas, en echar carreras, en saltar a la comba, en jugar al escondite, en repetir el eco de gritos y canciones, en llenarse de porqués y otras preguntas, en hacerse amiga para disimular ausencias, en justificar su compañía para que merezca la pena dejar pantallas y ventanas,… en estirarse para separar a infantes amigos, en apurar la hora de visita, en cuidar que no les alcanzara ningún virus, ningún peligro, ningún sufrimiento.

Hoy la calle ha sudado, ha recogido alguna gota de sangre y ha llorado en la despedida. Hoy la calle vuelve a tener recuerdos. Se ha llenado de vida,... en régimen abierto, que aun continua la condena.

Dos niños en la calle / Canva

Hoy, cuando la calle quede de nuevo vacía, niños y mayores volveremos a hacernos preguntas y plantearnos cómo domar al “me aburro”, cómo alimentar al “no sé qué hacer”, como llenar los vacíos. Asustados al enfrentarnos a nada, al hacer nada, habituados al estar siempre haciendo algo, a veces peor que nada. Estos días hemos experimentado el no hacer: observar, pensar, meditar, recordar, crear, inventar, imaginar, tirarnos en plancha dentro del televisor, escudriñar distintas pantallas, mirar hacia dentro, desear,… Hemos hecho lo que no hacemos: compartir tareas de casa, cocinar, leer, escribir, telefonear, saludar a distancia, aprender el uso de la nuevas tecnologías, arreglar, limpiar, ordenar, acompañar juegos,… hacernos juego.

Hoy vamos a reconocer sin vergüenza que hemos jugado. Nos hemos incorporado de lleno a un juego con los niños, entregados en cuerpo y alma a esa actividad con ellos, nos hemos apasionado tanto que ha desaparecido el tiempo, hemos disfrutado como ellos, nos ha invadido un entusiasmo que ha implicado a todos nuestros sentido y energías y ¡cómo nos ha unido! Una actividad para nada y ¡qué sensación de logro! Jugando, le hemos ganado al tiempo. Que el juego no es solo cosa de niños. Sé de algunos, que hasta algún solitario... le ha entretenido.

Foto de Elena Shumilova


También los adultos podemos jugar. Muchas de las cosas fundamentales de nuestra vida las hemos aprendido jugando. Así que vamos a domar esos “meaburros” jugando, o divagando, muy distinto de hacer el vago. ¡Vamos a recuperar nuestro propio niño para poder sacarlo a pasear a la calle!

Hoy la calle ha vuelto, por momentos, a hacerse calle, un sitio amable para las personas, peatonas y sedentarias. Hoy la calle se ha hecho promesa de lo que puede volver a ofrecer.

¡Hora de aplaudir!
Mientras nosotros jugamos, hay gente ahí fuera deshaciéndose por cuidarnos.
Vamos a ayudar para que cada vez les llegue menos gente y, más pronto que tarde, volvamos a convertir las plazas y calles en un gran salón del pueblo.
Recuerda que aplaudir es mucho más que nada.

Albalate de Cinca. 26-04-2020

Foto de tuotrodiario

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