SE HA HECHO PROMESA.
Foto de PIXNIO
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Hoy
la calle se ha hecho niña. Se ha hecho risas. Se ha hecho juguete.
Se ha hecho compañera.
Hoy
la calle se ha olvidado de sus cicatrices, de sus arrugas, de sus
barreras injustificadas, de sus rodadas, de sus velocidades
exageradas, de sus “aquí aparco porque me da la gana”, de sus
“te apartas tú”, de su antipatía,… adquiridas en otras gripes
pasadas,... Hoy ha lucido parte de su simpatía.
Hoy
la calle ha ensanchado el abrazo que aprisionaba también a nuestra
infancia.
Foto de la revista SerPadres
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Hoy
la calle, después de tantos días vacía y en silencio, se ha
volcado, como nuevo héroe, en sostener patinetes y bicicletas, en
rodar y botar pelotas, en echar carreras, en saltar a la comba, en
jugar al escondite, en repetir el eco de gritos y canciones, en
llenarse de porqués y otras preguntas, en hacerse amiga para
disimular ausencias, en justificar su compañía para que merezca la
pena dejar pantallas y ventanas,… en estirarse para separar a
infantes amigos, en apurar la hora de visita, en cuidar que no les
alcanzara ningún virus, ningún peligro, ningún sufrimiento.
Hoy
la calle ha sudado, ha recogido alguna gota de sangre y ha llorado en
la despedida. Hoy la calle vuelve a tener recuerdos. Se ha llenado de
vida,... en régimen abierto, que aun continua la condena.
Dos niños en la calle / Canva
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Hoy,
cuando la calle quede de nuevo vacía, niños y mayores volveremos a
hacernos preguntas y plantearnos cómo domar al “me aburro”, cómo
alimentar al “no sé qué hacer”, como llenar los vacíos.
Asustados al enfrentarnos a nada, al hacer nada, habituados al estar
siempre haciendo algo, a veces peor que nada. Estos días hemos
experimentado el no hacer: observar, pensar, meditar, recordar,
crear, inventar, imaginar, tirarnos en plancha dentro del televisor,
escudriñar distintas pantallas, mirar hacia dentro, desear,… Hemos
hecho lo que no hacemos: compartir tareas de casa, cocinar, leer,
escribir, telefonear, saludar a distancia, aprender el uso de la
nuevas tecnologías, arreglar, limpiar, ordenar, acompañar juegos,…
hacernos juego.
Hoy
vamos a reconocer sin vergüenza que hemos jugado. Nos hemos
incorporado de lleno a un juego con los niños, entregados en cuerpo
y alma a esa actividad con ellos, nos hemos apasionado tanto que ha
desaparecido el tiempo, hemos disfrutado como ellos, nos ha invadido
un entusiasmo que ha implicado a todos nuestros sentido y energías y
¡cómo nos ha unido! Una actividad para nada y ¡qué sensación de
logro! Jugando, le hemos ganado al tiempo. Que el juego no es solo
cosa de niños. Sé de algunos, que hasta algún solitario... le ha entretenido.
Foto de Elena Shumilova
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También
los adultos podemos jugar. Muchas de las cosas fundamentales de
nuestra vida las hemos aprendido jugando. Así que vamos a domar
esos “meaburros” jugando, o divagando, muy distinto de hacer el
vago. ¡Vamos a recuperar nuestro propio niño para poder sacarlo a
pasear a la calle!
Hoy
la calle ha vuelto, por momentos, a hacerse calle, un sitio amable
para las personas, peatonas y sedentarias. Hoy la calle se ha hecho
promesa de lo que puede volver a ofrecer.
¡Hora
de aplaudir!
Mientras
nosotros jugamos, hay gente ahí fuera deshaciéndose por cuidarnos.
Vamos
a ayudar para que cada vez les llegue menos gente y, más pronto que
tarde, volvamos a convertir las plazas y calles en un gran salón del
pueblo.
Recuerda
que aplaudir es mucho más que nada.
Albalate
de Cinca. 26-04-2020
Foto de tuotrodiario
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